Editorial

La inmigración como aporte y oportunidad

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No cabe hacer presunciones ingenuas sobre cómo ha evolucionado la percepción ciudadana respecto del fenómeno migratorio en los últimos años: para peor. En el debate público, las falencias de la legislación y de la política pública bajo gobiernos de distinto signo -sumadas al sustancial aumento de los flujos migratorios y gravísimos problemas en el control de fronteras-, se han combinado para hacer que la inmigración se aborde primordialmente desde una óptica de “crisis”.

Lamentablemente, el innegable aumento del crimen organizado asociado a bandas extranjeras, un fenómeno que también viven países vecinos, no hace sino reforzar (y justificar) ese enfoque, lo que a su vez contribuye a alimentar un clima social menos tolerante, y en ocasiones incluso discriminatorio.

La indispensable lección histórica necesita actualizarse constantemente a la luz de los desafíos contemporáneos.

La deriva hacia pulsiones xenofóbicas debe combatirse, por un lado, con un amplio esfuerzo público y privado de educación cívica hasta ahora poco visible, y que desde luego ha de empezar en la formación temprana. Por otro lado, la argumentación razonada y la evidencia empírica son siempre las mejoras armas para combatir las malas interpretaciones y los prejuicios sobre la inmigración, que brotan más fácilmente en un terreno en que ésta es vista primordialmente como problema, en lugar de como aporte y oportunidad.

De esto último la historia de Chile es la mejor prueba, como es sabido. Pero esa indispensable lección histórica necesita actualizarse constantemente a la luz de los desafíos contemporáneos. Un reciente estudio de Espacio Público y el Centro de Políticas Migratorias, consignado en DF el pasado viernes, realiza una interesante contribución en ese sentido, pues rebate con datos concepciones prejuiciosas como que los migrantes no aportan al crecimiento del país (13,4% del PIB entre 2009 y 2017), son una carga para el Fisco (8% de lo recaudado por el SII en 2021) o presionan los salarios locales a la baja (sólo en actividades de baja calificación). A esto hay que agregar la creación de empresas y, por cierto, el aporte demográfico en un país de bajas tasas de natalidad y fertilidad, como el nuestro.

Entender la inmigración como aporte y oportunidad -junto con sus desafíos- es un necesario ejercicio de realismo.

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